Pastoral Vocacional CPPS Headline Animator

“Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”.

01AnunciacionAnte la grandeza del anuncio, la grandeza de una respuesta: María responde al anuncio/llamado con total disposición, adoptando la actitud radical de una “Sierva del Señor”.

En la Biblia ser “Siervo del Señor” no es un título cualquiera. La expresión siervo del Señor aparece en dos contextos en los que se capta su significado:

· En el campo de la misión: en el que una persona es enviada por Dios para una tarea determinada por Él.

· En el ámbito de la oración: en el que una persona se presenta a sí misma ante Dios con humildad y disposición.

El título no lo lleva todo el mundo, Siervos de Dios (de Yahvé, del siervo del Señor) son aquellos que (1) Dios ha escogido para su servicio (2) dándole una tarea especial (3) en función del pueblo de Dios (4) en orden a su salvación.

El título “Siervo del Señor” se le da explícitamente a:

· Abraham: Como se dice en el Génesis: “Multiplicaré tu descendencia en atención a mi siervo Abraham” (Gn 26, 24), o en el Salmo 105, 6: “Raza de Abraham, su siervo”.

· Moisés: Leemos en 2 Re 18, 12: “Todo cuanto había ordenado Moisés, siervo de Yahvé” (cf. también Dt 34, 5; Hb 3, 5). El servicio de Moisés consiste en liderar el éxodo de Egipto (cf. el relato de la vocación: Ex 3,1-4,7) y en transmitir la Ley de Dios a su pueblo.

· Josué: “Josué, hijo de Nun, siervo de Yahvé…” (Jc 2, 8). Él continúa el servicio de Moisés introduciendo al pueblo en la tierra prometida (cf. Josué 1, 1-7).

· David: Así lo llama Dios en la profecía de Natán: “Ve y di a mi siervo David” (2 Sm 7, 5). De hecho, el Señor lo consagró para él como rey (cf. el relato vocacional: 1 Sm 16, 1-13) y le encomendó una misión: “Por mano de David mi siervo liberaré a mi pueblo Israel de mano de los filisteos” (2 Sm 3, 18).

· Los profetas (colectivamente): Elegidos y enviados para traer de nuevo a su pueblo a los caminos de la fidelidad a la Alianza (cf. 2 Re 17, 13: “mis siervos los profetas”).

· El pueblo de Dios: En el libro del “Segundo Isaías” (Is 40-55), Dios llama al pueblo entero “mi siervo” (ver los cánticos: 42, 1-9; 49, 1-9; 50, 4-9; 52, 13–53, 12); cuando estos cánticos fueron releídos en perspectiva mesiánica llegaron a entenderse como referidos a un individuo, viendo en él la figura del Mesías.

En el Nuevo Testamento, con el título “Siervo de Dios” (del Señor, de Jesucristo) son denominados los que anuncian el Evangelio.  El uso del término “esclavo” (“doulos” y no “diákonos”) connota la pertenencia total de una persona a su Señor. Es el caso de:

· Pablo: Se presenta a sí mismo al inicio de algunas de sus cartas con este título (cf. Rm 1, 1; Flp 1, 1; Tt 1, 1) porque quiere que entiendan su ministerio como un servicio dedicado, por absoluta entrega y pertenencia, a Jesucristo.

Pablo lo conecta con el llamado a ser apóstol (cf. Gal 1, 15-17) y con la tarea de anunciar el Evangelio. Así describe su relación con Jesucristo y asienta las bases de su identidad y autoridad ante las comunidades.

En la comprensión más antigua del ministerio apostólico en el Nuevo Testamento está este título, como dice Pablo: “No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús” (2 Cor 4, 5).

· Otros evangelizadores: Así llama también a otros evangelizadores, por ejemplo: “Epafras, uno de los vuestros, siervo de Cristo Jesús, que lucha siempre a favor vuestro” (Col 4, 12). Los siervos son los que luchan por la causa de Cristo: “Si tratara de agradar a los hombres, ya no sería siervo de Cristo” (Gal 1, 10). Además, su comportamiento como líder en la comunidad se basa en el Evangelio: “A un siervo del Señor no le conviene altercar, sino ser amable con todos” (2 Tm 2, 24).

Pablo nunca llama “siervos” a los creyentes en general; para él son, entre otros títulos, los “amados de Dios y santos” (cf. Rm 1, 7; 1 Cor 1, 2; 2 Cor 1, 1; Ef 1, 1; Col 1, 2) pero no “siervos de Jesucristo”.

· Título apostólico: Que se trata de un título apostólico para la segunda y tercera generación en los orígenes del cristianismo, lo prueba el hecho de que así se autodenominan los autores de las cartas apostólicas: Santiago (1, 1: “Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo”), Pedro (2 Pe 1, 1: “Simeón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo”) y Judas (v.1: “Judas, siervo de Jesucristo”).

Como podemos ver, desde el Antiguo hasta el Nuevo Testamento, nunca es un término genérico para expresar modestia o humildad ni mucho menos una vaga espiritualidad, sino que está basado en un llamado específico y expresamente conectado con tareas precisas en función del Pueblo de Dios; por tanto es un título de gloria. En el Nuevo Testamento es claro que se trata del servicio a Jesucristo, el que se puso al servicio del Padre, llevándolo a cabo en estrecha vinculación con él.

María, Sierva del Señor

María comprende que su tarea no es privada sino de gran significado para el pueblo de Dios, ubicándose así entre las grandes figuras que Dios elige para llevar adelante la historia de la salvación.

En el marco más específico del Nuevo Testamento, ella se pone al servicio de aquel que trae la salvación y la plenitud de vida a toda la humanidad. Por este servicio suyo, por elección divina, al autor del Evangelio, su comprensión del título “Siervo del Señor” debería moldear la conciencia apostólica de todo evangelizador.

No tengas miedo y responde de acuerdo a la grandeza de la vocación que has recibido.

Fuente: http://www.celam.org/cebipal/

Contribuyentes