Pastoral Vocacional CPPS Headline Animator

Señor, ¿ qué quieres que yo haga?


Toda vocación tiene una misión. Nadie es llamado para hacer nada, sino para realizar cosas grandes. Dios llama porque tiene una misión.

La misión de Moisés fue la de liberar al pueblo de la esclavitud que vivía en Egipto (Ex 3, 7-10). La misión de Jesús, el Hijo de Dios, es la de liberarnos de la esclavitud que vivíamos a causa del Pecado (Lc 4, 18). La misión del Misionero de la Preciosa Sangre, es la de liberar a muchas personas de las opresiones y esclavitudes que a causa del pecado personal y social vive el hombre de nuestro tiempo, a través del anuncio de la Sangre de Cristo que libera y da vida.

Moisés fue sensible para escuchar y descubrir la voluntad de Dios. Jesucristo se sumergía en la oración profunda con el Padre para escuchar su voluntad y aceptarla. El Misionero de la Preciosa Sangre es un hombre de oración de la cual escucha la voluntad de Dios y descubre la misión para la que Dios lo llama.

El Misionero de la Preciosa Sangre, ya sea en la Parroquia o en el Colegio, debe ser capaz de escuchar y descubrir la voluntad de Dios. Debe ser sensible para identificar las esclavitudes de la gente de nuestro tiempo y guiarlas hacia la liberación.

Pero para comprometerse en la misión encomendada, hay que tener sueños, visiones, utopía, ideales. A Moisés lo motivaba el sueño e ideal de rescatar al pueblo de la esclavitud para llegar a tierra prometida. A Jesucristo le encendía el corazón poder llevar a los hombres a Dios y hacerlos entrar en el Reino de los Cielos. Nuestro sueño no debe ser distinto al de Moisés y Jesucristo: liberar a nuestros hermanos de sus esclavitudes, que sientan el amor de Dios, que lleguen al encuentro con Cristo y en Cristo con el Padre.

Contribuyentes