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Dios, de hombres pecadores y débiles, puede hacer intrépidos apóstoles y anunciadores de salvación.

Las Sagradas Escrituras nos presenta –desde el Antiguo al Nuevo Testamento- el testimonio de hombres y mujeres que han sido llamados por Dios a ser sus profetas y discípulos.

Dios no llama a los justos, sino a los pecadores. Dios busca, en los que llama, que tengan un verdadero encuentro con Él, ya que “el encuentro autentico con Dios lleva a reconocer la propia naturaleza y limitación, el propio límite y el propio pecado. No obstante, esta fragilidad, el Señor, rico en misericordia y perdón, transforma la vida del hombre y lo llama a seguirlo”.

Analicemos el llamado del profeta Isaías, san Pedro y san Pablo:  “Isaías se encuentra frente al Señor y es sorprendido por un gran temor y el sentimiento profundo de la propia indignidad”. Por su parte Simón Pedro “no se lanza al cuello de Jesús para manifestar la alegría de la pesca inesperada, sino que se tira al suelo en rodillas diciendo ‘Señor aléjate de mí que soy un pecador’. Entonces Jesús le dice: ‘No temas. De ahora en adelante serás pescador de hombres’, y a esto Pedro dejando todo lo sigue. También Pablo recordando haber sido un perseguidor de la Iglesia, se profesa indigno de ser llamado apóstol, pero reconoce que la gracia de Dios ha realizado en él maravillas y no obstante los propios límites, le ha confiado la tarea y el honor de predicar el Evangelio”.

En el llamado de cada uno de los tres personajes antes mencionados, nos damos Foto-0002cuenta de que en ellos hay una profunda humildad. El testimonio de cada uno de ellos, debe recordar a “cuantos han recibido el don de la vocación divina a no concentrarse en los propios límites, sino a mantener la mirada fija en el Señor y en su sorprendente misericordia, para así convertir el corazón y continuar con alegría dejándolo todo por Él”. “Dios hace de hombres pobres y débiles, pero con fe en Él, intrépidos apóstoles y anunciadores de la Salvación”.

Si te sientes llamado por Dios al sacerdocio, “respóndele con generosidad, sin confiar en las propias fuerzas, y ábrete a la acción de la gracia”.

 

Tomado de: http://www.aciprensa.com

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