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¿Por qué a mi Señor?

¿Por qué a mí, Señor? Esta es la pregunta que muchos personajes bíblicos se han hecho a lo largo de su vida cuando Dios los llama y les pide que realicen una determinada misión.

Muchos de ellos –la gran mayoría- se sienten indignos, torpes, sin las cualidades y fuerzas necesarias, con miedo por no ser creídos y escuchados por los suyos. Tal es el caso de Moisés (Ex 3, 11. 13; 4, 1. 10. 14), sin embargo Dios le dice que no lo dejará solo, le asegura la ayuda y protección (Ex 3, 12. 14ª: 4, 2-9, 11-13, 14b-17).

Para seguir a Cristo es necesario, pues:

1. Reconocer nuestras limitaciones. Saber que dependemos de Dios.

2. Dejarnos liberar por Dios. No vivir esclavizados y atormentados por nuestras limitaciones.

3. De Dios nos vendrá la ayuda. Realizamos la obra de Dios. Él nos proporcionará la ayuda necesaria.

4. Comprometernos en la misión.

Para ser un Misionero de la Preciosa Sangre de Cristo, es necesario vivir reconciliados (liberados) con uno mismo, para poder después ser testigos de “reconciliación” (liberación) para los demás.

La Misión de Moisés fue la de sacar a un pueblo “esclavizado” (no libre) y conducirlo hacia la tierra prometida. Pero antes tuvo que vivir la experiencia de liberación él mismo. El Misionero de la Preciosa Sangre para poder ser un agente de liberación, primeramente debe experimentar el “amor” que libera y da vida, manifestado en la Sangre de Cristo (Ex 12, 21-23; Romanos 3, 25).

Condiciones para seguir a Cristo como “Misionero de la Preciosa Sangre”:

1. Mansedumbre y humildad: Tiene que estar es paz consigo mismo para no arrojar sus sombras sobre los guiados (fieles) y evitar así toda clase de confusión.

2. El distanciamiento reiterado y el dialogo con Dios: Este distanciamiento no es solo una meditación silenciosa, sino un hacer partícipe a Dios de los propios sentimientos, también del enfado, del miedo y la impaciencia. Mientras expresamos a Dios nuestros sentimientos estos pueden ir transformándose.

3. El adecuado empleo de la agresividad. Su agresividad a perseguir su objetivo con tenacidad y a no resignarse. La agresividad es la fuente desde la que el hombre crea, llevando adelante aquello que considera correcto incluso contra la oposición de hombres que prefieren conformarse con lo de siempre. La agresividad otorga al hombre la fuerza de resistir y de mantenerse firme en su visión (vocación) de las cosas frente a cualquier contrariedad.

El Misionero de la Preciosa Sangre, como Moisés, se embarca en la pedagogía de Dios y se deja conducir por él hacia la libertad… capaz de conducir a otros a la libertad y a la vida.

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