Tocaron a mi puerta. Y sentí ganas de abrir. Al principio no sabía de que se trataba... pero un calor dentro mío junto con una paz infinita me decía que ya era hora de abrir mi corazón a esa persona la cual estaba esperando ser atendida. ¡Y dije si! mucho no entendí ni todavía entiendo, pero ahí estabas mi Señor. Esperando que mi alma respondiera a tu llamado. Y me diste la gracia de responderte y entregarme para emprender juntos este camino al cual hoy me convocas.
Desde ese momento fue reconocer que caminaba ante Aquel que reconozco del Todo.
De eso se trata cuando Jesús toca a la puerta de cada uno, abrir nuestro corazón hacia El totalmente dispuestos a entregarnos por completo. Hay mucho de renuncia en esta entrega y cuesta sangre muchas veces. Pero este camino ¡VALE la PENA! El seguirlo a Jesús me dio la felicidad que siempre esperé, que siempre buscó mi corazón. Y no importa lo que tenga que dejar o renunciar, el amor de EL está por delante de todo. Y se que El siempre está de mi mano aún sabiendo que vendrán tiempos de prueba, de soledad en mi oración. Con su amor todo tiene un sentido, un mirar diferente que me hará seguir adelante sin mirar hacia atrás.