“El Angel dijo a las mujeres: "No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado. No está aquí, porque ha resucitado como lo había dicho”.
Es la fidelidad a Jesús lo que lleva a estas mujeres, en la madrugada del primer día de la semana, a hacer lo que se puede hacer por un difunto: ungirlo, para al menos, conservar, su cadáver.
Las mujeres esperan ver a un muerto, pero se encuentran con un cambio radical en la situación de Jesús. Con un gesto de amor, estas mujeres se prepararon para ver a Jesús, su corazón seguía abierto para Él. Quien no se abre a Jesús crucificado, no está preparado adecuadamente para ir al encuentro con el Resucitado.
En el camino hacia la tumba las mujeres experimentan varias sorpresas: nada sucede como lo esperaban. Su estupor crece progresivamente, y poco a poco, son conducidas a una experiencia completamente nueva:
- Van preocupadas por la piedra del sepulcro, pero la tumba ya está abierta.
- Quieren ungir el cadáver de Jesús, pero el lugar está vacío.
- Esperan ver a Jesús muerto, pero encuentran un ángel.
En el mismo lugar donde se cerró el último capítulo del camino histórico de “Jesús de Nazareth”, las mujeres inician un nuevo camino con Jesús: “Buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado. Ha resucitado, no está aquí” (v.6). ¡Dios ha resucitado al crucificado!
Junto al mensaje pascual, las mujeres reciben una misión, su fidelidad es el puente que une al resucitado con sus discípulos. A Pedro, quien negó a Jesús, y a los discípulos que le abandonaron, ellas les deben recordar que el Maestro los precederá en Galilea, como lo había anunciado (ver 14,28).
La Pascua se caracteriza por la fidelidad.
- La fidelidad del Padre a su hijo, quien a su vez había sido fiel en la obediencia.
- La fidelidad de las mujeres que insisten en estar al lado de Jesús, así sea junto a la tumba.
- La fidelidad de Jesús a sus discípulos, a pesar de la infidelidad de ellos.
¡En la Pascua, la fidelidad celebra su triunfo!
CEBIPAL